Artículo: Dana Ladera Hernández

La construcción del nuevo puerto de Chancay representa un hito determinante dentro de una serie de políticas orientadas a priorizar el crecimiento económico a través de la industrialización, usualmente en detrimento de los valores ambientales y la calidad de vida urbana. Lejos de ser un caso aislado, este megaproyecto refuerza una lógica de desarrollo urbano centrada en la funcionalidad económica y la expansión territorial, más que en criterios de sostenibilidad o planificación integral.
Esta reciente industrialización genera transformaciones profundas que impactan directamente en la estructura territorial, con efectos visibles en la desaparición progresiva de áreas naturales y en el aumento de la desigualdad en el acceso a un entorno urbano sostenible. Todo ello plantea la incógnita de si es posible alcanzar un equilibrio entre sostenibilidad y expansión urbana.

El territorio de Chancay se ha convertido en un punto estratégico para la economía nacional, lo que ha generado una fuerte presión sobre su morfología urbana. La inclusión de grandes infraestructuras industriales y logísticas ha provocado fragmentaciones e incoherencias en el tejido urbano. Esta urbanización acelerada ha priorizado la funcionalidad económica por encima de la planificación sostenible, dando lugar a un crecimiento desordenado que se refleja, por ejemplo, en la ubicación de viviendas en zonas sensibles: en las faldas de un importante centro arqueológico, colindantes con áreas naturales y, recientemente, próximas a un acantilado modificado para el funcionamiento del nuevo puerto.

La suma de todos estos factores se traduce en la pérdida progresiva de los humedales, ecosistemas vitales para la regulación hídrica y la preservación de la biodiversidad. Estos espacios están siendo ocupados de forma creciente por edificaciones y vías de comunicación que, lejos de integrarse armónicamente al entorno natural, han generado un impacto negativo significativo. Su desaparición no solo implica la pérdida de un ecosistema de alto valor ecológico, sino también el incremento del riesgo de inundaciones y la alteración del microclima local. Como consecuencia, se vulnera el derecho de la población a habitar en un entorno saludable, lo cual acentúa las desigualdades urbanas y evidencia la ausencia de una planificación territorial integral que reconozca y priorice la protección de estas áreas naturales.
Desde una perspectiva de justicia espacial y social, este proceso de urbanización revela una creciente disparidad entre los sectores que se benefician directamente de la industrialización y aquellos que enfrentan sus impactos adversos. Por un lado, el desarrollo del puerto y la expansión de la actividad comercial generan empleo y dinamizan la economía local; por otro, consolidan un modelo de crecimiento urbano excluyente, donde el acceso a una vivienda digna y a espacios públicos de calidad queda relegado.
La vivienda social, en este contexto, se convierte en un componente fundamental para garantizar el derecho a la ciudad. No obstante, su planificación ha sido prácticamente inexistente, ya que no se contemplan proyectos que promuevan una densificación equilibrada ni la integración de espacios verdes funcionales. Muchas de las soluciones habitacionales se reducen a procesos de autoconstrucción en periferias carentes de infraestructura y equipamiento urbano adecuado, mientras que las áreas públicas se conciben como espacios residuales o “parques de relleno”, con vegetación sin un diseño programático que propicie actividades más allá de la recreación pasiva.

En este escenario, el desarrollo urbano de Chancay debe orientarse hacia un modelo más equitativo y sostenible. Resulta fundamental plantear una reconfiguración del tejido urbano que permita mitigar los efectos negativos derivados de la industrialización y la expansión urbana descontrolada. Esta reconfiguración debe sustentarse en la organización integral de los sistemas urbanos, diseñando a partir y en función de las áreas más críticas, de modo que el desarrollo y la calidad de vida no sean conceptos antagónicos, sino dimensiones complementarias de una misma visión territorial.
En este sentido, se propone, en primer lugar, el tratamiento y la gestión de las áreas naturales, priorizando la conservación del Humedal Santa Rosa, declarándolo área protegida e implementando medidas para su restauración ecológica. Una de estas medidas consiste en el diseño de un humedal artificial que funcione como un sistema de filtración natural, reduciendo la carga contaminante del agua antes de su desembocadura en el mar y favoreciendo la estabilidad del ecosistema. De forma complementaria, se plantea la implementación de zonas de amortiguamiento en torno a espacios arqueológicos y naturales, garantizando su conservación frente al crecimiento urbano. Asimismo, se establecen corredores ecológicos que conecten los espacios verdes urbanos con los ecosistemas naturales, facilitando la conectividad ecológica, la movilidad activa y promoviendo un turismo sostenible de bajo impacto.

En términos de movilidad y conectividad, se plantea la optimización de la red vial mediante la ampliación y mejora de las arterias principales, con el objetivo de evitar la congestión vehicular. Paralelamente, se fomenta la movilidad sostenible a través de la incorporación de ciclovías y paseos peatonales en puntos estratégicos, como el malecón y las zonas recreativas, incentivando el uso de medios de transporte no motorizados y reduciendo la dependencia del vehículo privado.
Por otro lado, el fortalecimiento del equipamiento urbano se plantea como un eje clave para mejorar la calidad de vida de los habitantes. En ese marco, se propone el desarrollo de parques multifuncionales que integren áreas deportivas, culturales, recreativas y de uso flexible. A su vez, se refuerza la red de equipamientos de salud y educación, asegurando su distribución equitativa y accesibilidad en toda la ciudad, con un enfoque de proximidad y equidad territorial.
Con respecto a la economía, se busca potenciar el comercio local mediante la creación de mercados y ferias que fortalezcan la producción agrícola y promuevan una economía más dinámica, resiliente e inclusiva. Estas iniciativas permitirán articular a los pequeños productores con los circuitos de comercialización, favoreciendo la autosuficiencia alimentaria y el fortalecimiento de las economías locales.
En cuanto a la vivienda, se plantea una zonificación clara que delimite los usos del suelo, promoviendo la densificación en sectores estratégicos mediante la construcción de viviendas en altura, allí donde las condiciones lo permitan. Esta estrategia tiene como finalidad reducir la expansión urbana horizontal descontrolada, preservar las áreas naturales y, al mismo tiempo, impulsar el desarrollo de viviendas de interés social, garantizando el acceso equitativo a la ciudad consolidada.

Finalmente, se proyecta la revalorización del paisaje y la recuperación de áreas recreativas mediante la protección del valle agrícola e integración de actividades turísticas y recreativas compatibles con el equilibrio ambiental. En esta misma línea, se potenciará el malecón como espacio público clave para el esparcimiento y el encuentro social, dotándolo de senderos, miradores y plazas que fomenten la interacción entre la comunidad local y los visitantes, promoviendo un modelo de desarrollo costero sostenible.

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